En lo profundo de la Arboleda

Llegue al parque gritando su nombre, metiéndome inmediatamente en la arboleda. “Miku!” Grité nuevamente. Sabía que Miku adoraba los bosques, si en algún lado iba a estar seria acá, lo mas similar a uno que había en la ciudad. Yo había viajado por todo el mundo al salir del templo shaolin (Recuerden mi historia) y sabía muy bien como meterme en los bosques.
“Que estás haciendo Kaito?” Dijo la voz dentro de mí. “Que crees?”
“Estupideces Kaito, como siempre. No te lo enseñe hace tiempo ya? Aquel que se guía por el corazón solo cosechará sufrimientos”. “No me importa, mucho no me queda ahora mismo, solo necesito saber la respuesta de Miku.”
La lluvia caia torrencialmente sobre mí, volviéndose cada vez más fuerte. “Miku!” Grité nuevamente. Recorrí todo el bosque basándome en las estrategias que había aprendido de rastreo en Europa. Pero nada…no logré dar con Miku...Volví a dar otra vuelta, mientras la lluvia se convertía en un potente aguacero.
Enésimas fueron las vueltas que dí…hasta que mis fuerzas se agotaron del todo y me apoye en un árbol para descansar un segundo…
“A dónde te fuiste…?” Ni siquiera había tenido el mínimo detalle de decirme nada, solo perdón…dos veces…no necesitaba sus palabras, quería sus acciones…las únicas palabras que necesitaba eran las de esa respuesta que buscaba…”Miku, a qué estamos jugando…? Estas idas y venidas, a dónde estamos yendo?” “Te estás haciendo ilusiones Kaito, nunca me escuchas…estoy empezando a creer que te gusta sufrir”. “Callate…nadie te preguntó” Dije a mí mismo. “Si ambos estamos sintiendo el mismo dolor…no, quizás no es asi…quizás solo quiero que eso sea así…”. “Al fin, eso es música para mis oídos”. “Pero quiero saberlo…”. “Hazlo, yo también quiero saberlo, y quiero estar ahí para cuando pase. Sabes, yo no suelo equivocarme Kaito”. “Yo si, al parecer…” Volví a repetir en mi mente el beso entre ella y Len y el corazón se me estrujó nuevamente...perdí mis pocas fuerzas, mientras mis lagrimas corrían por mis ojos...

“Mitsu me au sono shisen tojita sekai no naka…kidzukanai furi wo shite mo yoi wo satoraresou”

Me hubiera gustado que me pidieras que cantara con vos…

Estaba escondida tras el árbol, con la respiración agitada y haciendo mil intentos para que Kaito no me oyera. Lo había seguido desde el Karaoke, despues de todo, lo que ocurrió era en parte mi culpa y no me iba a quedar sin hacer nada. Pensé en seguir a Miku, pero ella salió sin que yo me diera cuenta. Kaito hizo algo de ruido al salir, asi que pude seguirlo sin tanto problema... Pero escucharlo lamentarse por Miku, me hacia sentir la persona mas idiota de la tierra...

-Si supieras que yo estoy así por tí, baka...- susurré sin darme cuenta y tapé mi boca con mis manos. Quiera Kami-sama que no me haya oído...

Habia terminado por caerme contra el árbol, quedando recostado bajo la lluvia, bajo el cruel fresno que era ahora mi único soporte y testigo de mi dolor. Creí que quedaría dormido allí, pero en el silencio me pareció escuchar a alguien. Me levanté…”Miku!” Pero no hubo respuesta…seguro que estaba imaginando cosas de nuevo, allí no había nadie, solo yo. “Estas mal Kaito…” Pensé en voz alta. Volví a recostarme en el árbol, al menos me ayudaba a sostenerme por un segundo. Creí que este lugar se volvería mi hogar de ahora en mas, el lugar intimo donde podría estar solo, donde nadie me encontraría, al fin y al cabo ella no había tenido intención de venir aquí. Tan solo le faltaba una heladería de Häagen Dazs con helado ilimitado. “Sin duda eso mejoraría el día, al menos hasta que se arruinase nuevamente.” Bastante pesimista supongo, todo había salido mal en el día “Todo…” Dije con un dejo de frustración, sacando del bolsillo de mi abrigo una cajita de joyería. “Al final…todo se torna cenizas…”
Entonces, a lo lejos visualicé una figura que se acercaba, pero no era la figura de un ser humano, parecía más bien…”Un perro?” Efectivamente era un canino, y a decir verdad mi favorito. “Que hace un Husky como tú por estos lares tan desolados y aguados?” El ladro y se acercó, acurrucándose a mi lado. “También te han dejado solo? Se lo que se siente…supongo que no tienes dueño o no estarías aquí abandonado”. Los animales abandonados o solitarios siempre me partían el corazón…me dolían mucho más que una persona herida. Quizás me recordaban a mi…solitario en multitud… “No pareces estar bien…” El perro se aproximo haciendo unos leves gemidos que parecían de preocupación. “Si, tienes razón, yo tampoco estoy bien…me duele aquí” Dije señalándome el corazón. “Aunque también me duele aquí y aquí…” Indiqué señalándome el estomago y a continuación el centro de mi pecho. “Alguna vez te has enamorado?” El perro torció su cabeza y me miro como si no entendiese nada de lo que decía. “No lo hagas entonces…es una enfermedad…te corroe hasta los huesos, se mete debajo de tu piel, te vuelve loco, te lleva a hacer cosas que nunca harías, cosas ilógicas…cosas…totalmente inútiles…” Dije al tiempo que lanzaba la cajita al diablo, la cual golpeó contra un árbol, abriéndose y dejando caer su contenido. “…y sabes, es amargo como hiel y dulce como miel…tan dulce, que nunca en tu vida sonreirás tanto… si, te hace hacer cosas que no entiendes, pero que no puedes parar, cosas que haces con una gran sonrisa esperando ver la de ella, que te hará aun más feliz que…que…bueno, que sacar un disco de platino, pero tú no entiendes eso porque eres un perro ^^u…” Sonreí para mí mismo, intentando ocultar lo que en verdad sentía. “Y no hay cura, no puedes pensarlo, no puedes parar al Amor, no...el amor no está en el cerebro, él está en tu sangre…la sangre va a correr por tu cuerpo, arderá, gritará dentro tuyo y te volverá loco hasta que te rindas al amor hasta que te arrodilles ante él y te entregues…al fantasma del Amor.”
El animal fue hacia donde yo arroje la caja y trajo su contenido hasta mí. Recién entonces pude notar totalmente al can; era todo blanco, blanco como la nieve… “Sabes, tú me recuerdas a alguien…pero él está muy lejos de aquí, dudo que pudiese nadar hasta Japón.” Le acaricie la cabeza lo que pareció ponerlo contento. “Grey Wolf…” Musité. “Tú te llamaras…ah…Ah…Achuuuuuuuuu!!” Termine estornudando antes de poder decir algo. “Fantástico...solo me faltaba esto…resfriarme…kuso...” Me quejé, para luego comenzar a toser con fuerza. El perro dejó caer el contenido de la caja y comenzó a jalarme del pantalón; no se a donde quería ir, pero su semblante parecía preocupado. De repente escuche un ruido detrás de mí lo que hizo que me levantase de inmediato. Me sentía un poco mareado pero podía moverme aun. Tenía la vista nublada, quizás por la lluvia y las lagrimas; pero al fijarme con atención pude ver a una joven vestida de rojo que se tapaba la cara como intentando esconderse. “Mei…Meiko?” Me acerqué a ella despacio. “Eres tú?, que haces aquí?” Le pregunté mientras le extendía mi mano con una falsa sonrisa que trataba ocultar todo mi dolor. Ya no quería que nadie viera que me moría por dentro y menos ella…después de todo algunas sonrisas no muestran que mejoramos, solo ocultan a los demás cuanto empeoramos. Cuando sonríes a alguien siempre asumen que estas bien o que te sientes mejor, no pensaran que te estás muriendo de dolor que estas triste…y yo esperaba que ella tampoco lo pensase…

Miré al costado tratando ocultar los rastros de lagrimas que tenía en el rostro. No quería verme llorar, no podía verme llorar...

-Yo... Te ví salir del Karaoke y, como estaba lloviendo, pues te seguí... Me preocupaste mucho, Kaito-baka...- logré susurrar y traté de esbozar una sonrisa, pero no podía... No tenía fuerzas ni siquiera para sonreir.

Necesitaba consuelo, y él también, pero no podía abrazarlo, ya que eso sería el remedio... y a la vez, la enfermedad...

-Kaito, yo... Creo que yo deberia irme, pues...- traté de correr, de dejar de ilusionarme, pero mi corazón me falló y terminé en el suelo, de rodillas, llorando a lágrima viva. No quería que el me viera, pero desde que empecé a quererlo he cambiado demasiado... él me ha cambiado... Y ahora, él es mi remedio... Y a la vez es mi enfermedad...

Meiko trató de darme explicaciones, parecía nerviosa y temblaba, aunque bien eso podía deberse por la misma lluvia y el frio.
“Kaito, yo... Creo que yo debería irme, pues...” Parecía dubitativa, pero en un arranque de desesperación salió corriendo, y no llego muy lejos antes de caerse. Me acerqué rápido hacia ella, tanto como el cuerpo me lo permitió. “Creo que tengo fiebre…” Pensé. El Husky vino tras de mí, como si estuviese haciendo guardia. “Estás bien Meiko? Te lastimaste?” Estaba llorando desconsolada, tenia hinchados los ojos y las lágrimas le corrían como un manantial; el llanto de la mujer, es algo que no puedo tolerar, me desarma con facilidad. “Dónde te lastimaste?” Pregunté con más ahinco. Pero ella solo se sacudió y se lanzo encima mío. Parecía que no quería estar allí y al mismo tiempo sí; se aferraba con fuerza de mi abrigo. “Meiko…” Qué debía hacer? Si en verdad ella sentía algo por mí, estar juntos allí no traería nada bueno. No quería lastimarla, jamás podría hacerle eso a mi querida Meiko…ella quien siempre había estado allí para mí, quien nunca me había fallado.
Ambos necesitábamos ese abrazo…ambos necesitábamos sujetarnos de alguien…necesitábamos la contención, el sustento…pero con solo pasar mis brazos por detrás de ella podría lastimarla horriblemente…sin embargo; al sentirla sobre mi pecho, creció en mi la sensación de que, ahora mismo, ese era el lugar donde debíamos estar…y a la vez, la sensación de que iba a hacer algo imperdonable…
“Lo siento Meiko, perdóname…”. Susurre y la envolví con mis brazos, apretándola contra mí con fuerza. “Perdóname por ser tan egoísta…”. Para sorpresa mía, sus brazos encontraron lugar alrededor de mi cuello y también me abrazo, pero con una evidente tristeza. Podía sentir su calidez, la misma calidez que había sentido en la terraza…
Yo lo sabía bien, al sentirla allí…sabía muy bien que siempre había querido ese abrazo, siempre… esa sensación que me hacía saber que no me dejarían ir, que siempre sería cálido, que nunca estaría solo…pero era otra mujer la que quería en mis brazos…y ya no podía detenerme…no, no iba a herir aun mas a Meiko, quería que sacara todo eso de adentro suyo, aun si yo no podía hacerlo…aun si mi corazón quebraría en mil pedazos del dolor…
Creo que lentamente la fiebre había comenzado a vencerme, porque volví a desvanecerme, otra vez...El perro se acercó a mí y me sostuvo…hasta que lo último que recordé fue su fuerza y el calor de la dulce Meiko.

No lo pensé. Sencillamente no lo pensé. Me arrojé a sus brazos llorando. Necesitaba consuelo, él tambien lo necesitaba. Pero... me estaba sumiendo en la inconsiencia. La frase que salió de sus labios, me pedía perdón, él no quería hacerme sufrir. Se bien que él queria que Miku estuviera en mi lugar, en ese mismo momento. Me aferré a él con mas fuerza, pero mis ojos se estaban cerrando. Solo pude susurrar: -Kaito, disculpame por todo. Yo... solo quiero que seas feliz... y me aferré a él con mas fuerza. La única fuerza que tenía. Pude sentir que él, poco a poco, se aflojaba, estaba perdiendo la conciencia, se desvanecía. Y yo también, la cabeza me daba vueltas, terminé desmayada sobre el pecho de él. Iba a ser peor, la lluvia era cada vez mas fuerte, terminariamos con gripe. Pero, el inconsiente y yo desmayada, nada podiamos hacer...

Había entrado en el parque, tratando de alcanzar al perro.
- Justamente ahora le dieron ganas de hacer sus necesidades? Pensé que eras una mascota entrenada, que sabría que estas cosas no se hacen en el parque! Volvé! – Si tan solo los animales me hicieran caso.
Allí lo perdí, se había metido entre la arboleda y no podía encontrarlo. Dios santo, si perdía al can él iba a enojarse mucho o peor aún, ponerse muy triste.
Recorrí la arboleda totalmente perdida, buscando donde se había metido, poniendo especial atención en escuchar sus ladridos – Si es que llegaba a ladrar.
- Maldita sea, por qué tenías que hacerme esto? – Quise quejarme con él pero en realidad solo estaba hablando sola como toda una loca. – Y al final, qué caso tendría que me quejase con él perro? No iba a entender una sola palabra.
Mi cabello estaba todo mojado y mi mal humor iba en aumento. Escuché unos ladridos que venían desde la derecha y me aproximé enseguida.
- Ahora si te tengo, no debiste hacerme esto perrito. – Pero cuando llegue al lugar del cual provenían los ladridos, me encontré con una escena que no me esperaba. – Ka Kai?
Kaito estaba en el suelo, encima de él había una chica y dudo mucho que estuvieran tomando una siesta. Me acerqué a verlo, su apariencia no era nada agradable. Cuando toqué su frente sentí que ésta le hervía.
- Tiene mucha fiebre, debo llevarlo a algún lado, pero a dónde? No conozco su casa aquí. Tendré que llevarlo a un hospital. – Mire a la chica, y sin que lo quisiera le di una mirada de desconfianza. – Supongo que también debería hacer algo por ella.
Suspiré, no quería alejarme mucho, pero tenía que ir por ayuda. Fui a una cabina telefónica y me puse buscar el número del hospital hasta dar con él.
Por favor necesito ayuda, hay dos personas desmayadas en el parque, dense prisa. – Mantuve mi voz lo más tranquila que pude.
La ambulancia llegó muy rápido y los guié hacia el interior de la arboleda. Pusieron a Kai y a la chica en camillas y los llevaron a la ambulancia, donde yo también entre y donde el perro también nos siguió. Me pareció que él también estaba preocupado.
- Tranquilo, estas personas van a curarlo. – Al menos él debía creerlo, si tan solo pudiera entender algo de lo que le digo.
La ambulancia arrancó y nos transportó hacia el hospital sin escalas.

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Vamos todos al hospital.