Escapemos juntos... +18 [Continuación hogar.]

Había sacado a Rin de nuestro hogar esta mañana, habíamos caminado de prisa para no ser encontrados y la terminé trayendo a los barrios bajos de la ciudad, a un motel ligeramente descuidado y con una tormeta avecinandose por el cielo ya oscuro.

Recibí las llaves en mis manos y miré a Rin, la noté algo nerviosa... yo también lo estaba pero sabía que ella quería, tanto como yo, pasar una noche sin temor a ser encontrados o limitados de amar.

Tomé su mano, la miré a los ojos y le sonreí tranquilo.
-Estás conmigo...

-Tranquila.- Le susurré al oído, besándole la mejilla en el proceso. -Nadie nos va a encontrar esta noche...

La rodeé de su cintura y lentamente comencé a besarle el cuello de manera delicada, la apresiaba tanto...

-¿Quién creería que vendríamos a este lugar?- Le pregunté. -Estamos a salvo y, dentro de estas cuatro paredes, nuestro secreto está a salvo, Rin...

La amaba tanto, quería hacerla sentir tan especial que... era demasiado suave a la hora de hablar. Le sonreí, besé su garganta y acaricié su espalda, pude sentir mi corazón latir de manera nerviosa contra mi pecho pero... estaba con ella, eso era lo más importante.

-Te amo...

Le besé la frente y la pegué más contra mi cuerpo, no podía soltarla... era como si en ese momento fuese claro que nada ni nadie podía separarnos. Sonreí por sus palabras y comencé a acariciarle la espalda.

-Dormiremos juntos...-le susurré al oido. -No te soltaré y jamás me voy a alejar de tí.

La cargué, aprovechando mi fuerza, la tomé en brazos para así besarla y comenzar a llevarla hacia donde yo creía que estaba nuestra alcoba.

El lugar no era tan grande pero sin duda por esta noche sería nuestro confidente...
¿Ya sabrían en casa que andamos desaparecidos...?

Llegamos a la habitación y con cuidado la deposité en la cama donde me recosté a su lado.

Recostado a su lado, no pude evitar mirarla con un ligero toque de sorpresa. Mis mejillas se tiñeron de rojo pero.... no entendía porque me sentía tan... seguro de mí mismo a su lado.

Le acaricié la mejilla, siendo delicado como si ella fuese de porcelana y tuviese que cuidarla con mi alma, me acerqué a ella y besé sus labios de manera superficial.

¿Debía...?

-Quiero... hacerte la mujer más feliz de todas...

Ese era mi deseo, la amaba, la tenía conmigo por toda esta noche...

¿Sería nuestra única oportunidad de... ser felices?

-Te amo, Rin...- Le susurré.

Abrí mi boca, recibí su lengua con el corazón palpitante contra mi pecho. Sentí la necesidad de subir el nivel del calor intenso en ésta habitación y por ello torné el beso más atrevido, llevando a mi lengua a recorrer cada rincón de la boca de Rin.

Mis manos subieron lentamente a su esplada y comenzaron a bajar por ella hasta que dí con el final de su blusa ligeramente atrevida. Introduje mi mano y palpé cada centímetro de piel a mi alcanze. Ella estaba ardiendo y yo adoraba pensar que era yo el motivo de su alta temperatura.

Me atreví a retirarle su blusa y a dejarla solo en su bracier color rosado, un color que la hacía ver tan tierna.

Mis manos se divirtieron palpando su espalda y colandose lentamente hacia su vientre.

Fue mi turno y enseguida la coloqué sobre la cama, me coloque en cuatro sobre ella y la miré por varios segundos hasta que opté por bajar mi rostro hasta su pecho, le besé. Mis manos subieron por su vientre y me entretuve con sus cenos, masageandolos de manera cariñosa pero a la vez sensual... sabía que ésto me lo agradecería al terminar.

Le besé el cuello y mi rodilla subió hasta topar con su entrepierna, intencionalmente comencé a masajearla con ella y una traviesa sonrisa se posó en mis labios.

La amaba, tenía que llevarla hasta las nubes... Ella debía sentirse la mujer más hermosa del mundo... la más bella que mis ojos habían visto.

-Rin...- susurré. -¿Quieres... que siga...?

¿Y si ella no quería que me propasara tanto...?

Me atreví a mirarle con lujuria, mis ojos bailaron por su curveado cuerpo y me relamí los labios al verla deseosa de mí... de que yo la penetrara...

Sonreí y llevé mi mano a su entrepierna, un dedo mío se coló entre ellas y comenzé a buscar el punto que la volvería loca por mí.

Mi rostro se enterró en su cuello y aspiré su suave y dulce aroma, mis labios comenzaron a besarle de una manera cálida y tranquila pero, cuando pasaban los segundos, incrementé y mis besos se tornaron fogozos contra su piel.

Sentía mis dedos húmedos y me atrevía a meter más mis dedos entre sus piernas....

-A-ah....- susurré. -¿Te gusta...?

Bajé el cierre de mis pantalones sin alejarme mucho de Rin, la miraba con deseo mientras que mi propio cuerpo reaccionaba a sus encantos. Metí un dedo en el interior de Rin intentando hacer que ésta se acostubrara a mí y, cuando la escuché gemir, otro más se le unió ganándose un gemido de placer de mi parte.

-Relájate...- le susurré. -Quiero... que seas mía otra vez...- el deseo era evidente en mi voz.

Enterré mi rostro en su cabello, la escencia de fresas que Rin siempre llevaba consigo llegó a mi nariz y me erizó por completo la piel. Movía mis dedos en su interior, cerraba los ojos disfrutando su calidez. Estar con Rin era un pecado, un dulce pecado del cual yo disfrutaba en silencio.

-Ya... no creo aguantar mucho...- le avisé. -Quiero hacerte mía pero... te necesito relajada...