El verano llego! [Len]

-Rin....- susurré al abrazarla con fuerza contra mi pecho mientras que mi respiración se complicaba y mis ojos se cerraban intentando controlarme. Le besé la mejilla, ella... estaba bien pero aún así... tenía miedo.

-¿Te gusto...?- susurré incrédulo. -¿Cómo es posible... al ser tu hermano que... te sientas atraída a mí?

Sentía algo de emoción por aquel beso que aún sentía contra mis labios más, de la misma manera, negué un par de veces. No era hora de ponerme a soñar con nuestro amor, no. Ella estaba herida, se había lastimado y necesitaba de un médico lo más antes posible.

La cargué en brazos con cuidado y le besé los labios para así levantarme sobre mis piernas. -Vamos... déjame llevarte a la enfermería.

-Aquí voy a estar, si así lo deseas yo siempre estaré contogo...- le susurré con cariño mientras le besaba la mejilla.

Caminabamos juntos entre la gente y quienes también acudían a éste lugar por diversión. Observé como varias personas nos miraban pasar, claro, no era muy normal ver a dos gemelos de ésta manera. Uno cargando a la gemela adolorida, pero es que no iba a permitir que Rin estuviese así sin acudir a un doctor... aunque... me alegraba ya conocer que no era nada grave y por ello suspiré con alivio.

La mire mientras caminaba, ella lucía tranquila y por ende yo me tranquilizé. Visualicé la enfermería y apuré mi paso hasta llegar. Toqué la puerta y una enfermera me hizo pasar.

-Ya llegamos Rin...

Me sonrojé por aquel beso que en verdad no había visto venir, sus labios sobre los míos sabían como a caramelo prohibido en boca de un niño hambriento.
No tardé en dejar a mi cuerpo reaccionar y, ¿cómo luchar contra algo que mi ser tanto anhelaba?

La rodeé con mis brazos por su cintura y la pegué más hacia mí. ¿Rin... en verdad se sentía atraída por mí? De cierta manera... no me podía preocupar por ello, sus labios aclaraban todas mis dudas y me llenaba con rastros de deseo.

Sus labios sabían a fresas, unas fresas frescas y dulces que deseaba probar con locura, una de mis manos se deslizó lentamente por su trasero pero la detuve, ¿acaso siempre era un pervertido? Me ruborizé con fuerza y comenzé a temer por ser encontrado con las manos sobre mi hermana mayor.