Rico rico... *Pri-va-do*

Caminaba por la calle sin nada que hacer, mirando al suelo y con los brazos en la nuca. Hacía un poco de viento y el cielo estaba gris, pero no llovería.
Una pequeña tienda al lateral de la acera, llena de colorido, hizo que me parase en seco y girara el rostro con expresión aburrida para observarla. Una tienda de dulces.
Y sólo una cosa se me vino a la cabeza.

Chocolate.

Una traviesa sonrisa se me dibujó en el rostro y no me pensé dos veces el entrar allá dentro.
Y una vez allí los ojos se me salieron de sus órbitas al ver tanta cantidad de cosas ricas. ¿Engordaría esta vez? Aquellos kilos de dulces engullidos en el pasado no hicieron que engordara... ¿Qué más daba otro kilo más?

Junté las manos en una pequeña y casi inaudible palmadita y empecé a pasear una y otra vez la mirada por todos esos estantes llenos de dulces, chocolatinas, caramelos, gominolas, y cosas de esas que hacen que se te piquen los dientes, mientras notaba un exceso de saliva en mi boca y un leve movimiento en la tripa.
Me mordí el labio inferior y en cuanto me comenzaba a dirigir a coger una bolsa para saturarla, sentí un pequeño golpecito en la espalda, lo que hizo que me girara por inercia. Una chica rubia con un lazo en sus cabellos se había topado, y se frotaba el ojito intentando fijar la mirada.

Y sabía mi nombre.
Y a mí me sonaba de algo.

-E-etto... ¿Nos conocemos, linda?- Pregunté con una sonrisa un poco torcida, mientras hacía esfuerzos por recordarla.

¿Una fan? No lo parecía, normalmente se ponían histéricas.
Alcé una ceja extrañado al ver cómo se ponía nerviosa por momentos, soltaba palabras sueltas intentando enlazarlas con otras para decir algo. Respiró y dejó de frotarse el ojo, lo tenía muy levemente enrojecido, y un momento después se presentó sonriéndose. Me giré por completo para quedar frente a ella y poder entablar una conversación, y mi sonrisa se enderezó. Me llevé una mano a la nuca y me la rasqué levemente.

-Sí, parece que sí... Bueno, como sabes soy Mikuo. Mikuo Hatsune. Y estoy... ah... comprando dulces.- Sonreí de lado complacido por lo que tenía delante, se veía tierna.

Continué tocándome la nuca y desvié la mirada intentando sacar algún tema, y vi los estantes a mis laterales. Cogí del que había a mi izquierda una chocolatina y del de mi derecha una gominola de color naranja.

-¿Qué te gusta más, chocolate o golosina?- Dije hinchando levemente los mofletes, dándome un aspecto un poco cómico para entretener a la "dama", como era típico en mí.

Observé cómo las cogía y no pude evitar el soltar una pequeña risa, para luego mirar el brillo de sus ojos.

-Vaya, entonces igual que yo. Simplemente paseaba y me topé con la tienda, y... ya sabes, no pude evitarlo. Justo iba a empezar a recoger mercancía cuando me topé contigo.- Comenté volviendo a sonreír.

Pensé unos segundos. Como no tenía nada que hacer podría pasar el rato con ella. Era mejor comer acompañado que sólo. Y parecían gustarle los dulces tanto como a mí.

-¿Qué te parece si nos hartamos a dulces juntos?

Sonreí travieso.

Y así, ella comenzó a coger los dulces, por unos momentos la observé, pero luego empezaría yo también. Había varios tamaños de bolsas, de esas de plástico que sólo cabe lo que compras con calderilla, pequeñas, medianas, y otras grandes, más bien gigantes. Pues una de esas últimas cogería yo. Sí... Me iba a hartar. Metí todo lo que veía, en su mayoría chocolates, snacks de patata, y caramelos rellenos de naranja o limón. Aunque también había gomas de mascar, lollipops, entre otros.
La bolsa tomaba aspecto de arcoiris. Aunque de nuevo la aguda voz de la chica volvió a pasearse por el aire, haciendo que la mirase.

-Sí, claro, perfecto.- Respondí con una sonrisa mientras le echaba un nudo a la gigantesca bolsa, que me llegaba casi a la cintura y que por supuesto no pesaría un kilo ni dos, sino más. -No hace muy buen tiempo, pero a mi me gusta el gris. Además, no parece que vaya a llover.- Completé mirando la bolsa y relamiéndome pensando lo bien que lo pasaría en los próximos días.

Esperé unos segundos hasta que la tal Rin terminase de coger sus dulces. Pero, como tonto, continué mirándola hasta que hubo terminado de pagar. ¿De qué me sonaba...?
Cuando me apremió y guiñó, reí levemente volviendo a la realidad, y, con un poco de trabajo, me cargué la bolsa al hombro y fui a que me cobraran. En realidad no costó mucho... Le dejé un poco de propina a la dependienta junto una sonrisa pícara, la cual la hizo sonrojar, suspirar, y desviar la mirada.
Oh sí... Me encantaba hacer ese tipo de cosas. Carcajeé interiormente y me volví a acercar a Rin, con una mano en el bolsillo y la otra sujetando la bolsa sobre mi hombro, como un saco a modo de Santa Claus.

-Me dejo guiar por ti, te sigo, vayamos a donde más te guste.- Le dije alegre a la chica.